En 2019 tuve la oportunidad de estudiar en Sao Paulo, Brasil, sobre Circuitos Cerrado de Televisión CCTV; una metrópolis vibrante y caótica, pero al mismo tiempo sorprendente por su infraestructura tecnológica en seguridad urbana. Desde que llegué, me impresionó el nivel de interconexión de su red de cámaras de videovigilancia (CCTV).
Sao Paulo no solo utiliza estos sistemas de manera eficiente, sino que también es hogar de importantes fábricas que diseñan y producen cámaras de última tecnología, equipadas con capacidades como reconocimiento facial, seguimiento de movimientos sospechosos y monitoreo ininterrumpido, día y noche.
Lo que más me llamó la atención fue el papel de los centros de monitoreo. A diferencia de lo que ocurre en muchas ciudades donde la policía opera directamente estas plataformas, en São Paulo —como en otras grandes urbes del mundo— estos centros son gestionados por entes especializados o alcaldías locales. Esta separación de funciones no es menor: permite liberar a la policía de tareas operativas para que se concentren en su labor investigativa y de respuesta, mientras que los centros de monitoreo son operados por civiles capacitados o empresas especializadas. Esta descentralización permite una vigilancia más técnica, eficiente y permanente, sin estar sujeta a la rotación o limitaciones operativas de las fuerzas de seguridad.
Las cámaras no solo disuaden el delito; también son herramientas fundamentales para judicializar a los delincuentes. En más de una ocasión vi cómo imágenes captadas por CCTV eran utilizadas como evidencia clave en procesos penales, permitiendo a fiscales y jueces contar con pruebas visuales innegables. En una ciudad con millones de habitantes y una dinámica tan intensa como Sao Paulo, la posibilidad de contar con “ojos electrónicos” que nunca parpadean, que graban, identifican y almacenan evidencia, representa una barrera real contra la impunidad.
Pero más allá de la reacción, también está la prevención. La presencia visible de cámaras cambia comportamientos. En los barrios con mayor cobertura de CCTV, se percibe una disminución en los delitos callejeros y un aumento en la sensación de seguridad. Las cámaras generan un entorno donde el delincuente piensa dos veces antes de actuar, sabiendo que está siendo observado.
Estudiar en Sao Paulo no solo me dejó aprendizajes académicos, sino también una visión clara de cómo la tecnología, bien implementada y gestionada por entes responsables, puede convertirse en un actor protagónico en la lucha contra el crimen. Las cámaras no reemplazan a la policía, pero sí la potencian, y sobre todo, fortalecen la justicia y protegen a la ciudadanía. Son los ojos que no duermen, los centinelas digitales de nuestras ciudades.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario