lunes, 6 de octubre de 2025

Cuatro rostros de la guerra: convencional, irregular, cibernética y espacial

Por: CARLOS ANDRES COTES M.

 

La historia de la humanidad puede leerse también como la historia de sus guerras. Desde las primeras confrontaciones tribales hasta las operaciones tecnológicas del siglo XXI, el conflicto ha mutado en formas, métodos y escenarios. Hablar hoy de guerra no implica
ya pensar solo en trincheras o tanques avanzando, sino en una multiplicidad de modalidades que responden a realidades políticas, sociales y tecnológicas muy distintas.

La guerra convencional es la más reconocible y quizá la más estudiada. Se trata de la confrontación directa entre Estados o ejércitos regulares, donde las fuerzas militares enfrentan a un enemigo visible, con uniformes, banderas y reglas de enfrentamiento. Tanques, aviones, artillería y tropas de infantería constituyen su esencia. Su objetivo suele ser territorial: ocupar, controlar o destruir las capacidades del adversario. Sin embargo, a pesar de sus aparatosas dimensiones, este tipo de guerra ha perdido protagonismo, no porque haya desaparecido, sino porque han surgido nuevas formas de lucha más difusas y complejas.

La guerra irregular, por ejemplo, plantea un desafío diferente. Aquí no se enfrentan ejércitos simétricos, sino que un actor no estatal, guerrilla, insurgencia o grupo terroristas, reta a un Estado con tácticas asimétricas. Emboscadas, ataques sorpresa, uso del terreno y apoyo social son sus herramientas. No busca una victoria militar total, sino desgastar la legitimidad del adversario. Su campo de batalla no se mide en kilómetros de terreno conquistado, sino en percepciones, moral y control político de comunidades.

Más reciente, pero igual de trascendente, es la guerra cibernética. En ella no se disparan balas ni caen bombas: los ataques se realizan mediante códigos y algoritmos. Robar información estratégica, paralizar infraestructuras críticas, manipular procesos electorales o sembrar desinformación forman parte de sus tácticas. El ciberespacio convierte cualquier computadora o teléfono en una posible trinchera y, lo más alarmante, difumina las fronteras entre tiempos de paz y de guerra, porque un ataque digital puede ocurrir en cualquier momento sin declaración previa.

Finalmente, la guerra espacial abre un horizonte inédito. Los satélites de comunicaciones, navegación y observación son vitales para la vida civil y militar. Controlar o destruir estos activos significa, literalmente, dejar ciego o incomunicado a un país entero. El espacio se convierte así en el nuevo escenario de disputa estratégica, donde la supremacía tecnológica define la seguridad nacional.

A esta tipología se suma la guerra híbrida, que combina elementos de la convencional y de la irregular para maximizar el desgaste del adversario. En ella, un actor puede emplear tanques y drones en un frente, mientras recurre a guerrillas urbanas, propaganda y desinformación en otro. Esta fusión borra aún más las fronteras entre lo militar y lo civil, lo legal y lo clandestino, y constituye hoy uno de los mayores desafíos para las naciones, pues obliga a responder a múltiples amenazas al mismo tiempo en escenarios cambiantes y difusos.

En conclusión, los tipos de guerra reflejan la transformación de las sociedades y sus avances. La convencional, visible y territorial, convive con la irregular, intangible y política, mientras la cibernética y la espacial expanden el campo de batalla a dimensiones que antes parecían de ciencia ficción. El reto para los Estados no es escoger una sola modalidad, sino prepararse para enfrentarlas todas, muchas veces de manera simultánea.


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