Paradójicamente, aun tratándose de dos potencias con amplias capacidades industriales, científicas y militares, Rusia y Ucrania no han logrado contrarrestar a la perfección la amenaza de los drones explosivos. Sistemas de guerra electrónica, radares, misiles de corto alcance y tecnologías antidrones han sido desplegados, pero la adaptación constante del adversario ha generado un ciclo interminable de acción y reacción. La saturación de ataques, el bajo costo de reposición y la creatividad en el empleo táctico han superado en muchos casos a las defensas tecnológicas, evidenciando que no existe, hasta ahora, una solución absoluta contra este tipo de amenaza aérea de baja altura.
En contraste con ese escenario, Colombia es un país con históricas limitaciones en inversión en innovación, ciencia y desarrollo tecnológico aplicado a la defensa y la seguridad. Aunque existen avances puntuales y talento humano calificado, el rezago estructural en investigación militar y en producción de tecnologías propias reduce la capacidad de anticipación frente a nuevas amenazas. Esta brecha se vuelve crítica cuando los grupos armados organizados incorporan rápidamente tecnologías disponibles en el mercado global, mientras el Estado avanza con algunas restricciones presupuestales.
A ello se suma que las Fuerzas Militares y la Policía Nacional aún no cuentan de manera suficiente con sistemas antidrones especializados para cubrir de forma integral bases, batallones, estaciones de policía e infraestructura estratégica. La amenaza del uso terrorista de drones, ya evidenciada en otros conflictos y latente en el contexto colombiano, plantea un desafío real para la protección de personal y población civil. La falta de cobertura total con equipos de alta tecnología obliga a pensar en soluciones complementarias, pragmáticas y adaptadas a nuestra realidad operativa.
En ese contexto reaparece la escopeta calibre 12 como un recurso defensivo relevante. Catalogada de ser un arma de defensa del hogar y de cacería, su capacidad de dispersión y su efectividad a corta distancia la convierten en una herramienta útil para neutralizar drones de vuelo bajo, especialmente cuando fallan o no están disponibles los sistemas antidrones electrónicos. En Ucrania y Rusia se ha documentado su empleo como último recurso defensivo, demostrando que, en determinados escenarios, la simplicidad y la reacción humana inmediata pueden marcar la diferencia frente a una amenaza aérea improvisada.
Por ello resulta pertinente recomendar, y solicitar respetuosamente a las Fuerzas Militares: El Ejército, la Armada, la Fuerza Aeroespacial y la Policía Nacional de Colombia, evalúen, entrenen e implementen de manera oportuna el uso de escopetas calibre 12 dentro de esquemas de defensa antidrón, con cartuchos de 9 postas o perdigones, con alcance hasta de 100 metros antes del impacto. No se trata de sustituir la tecnología avanzada antidrones, sino de complementarla con personal capacitado para la protección de personal y de instalaciones críticas. En un entorno donde la amenaza evoluciona más rápido que los presupuestos, la adaptación inteligente y realista puede convertirse en un factor decisivo para preservar la seguridad y la vida.
Como complemento a esta reflexión, resulta clave destacar que Colombia cuenta hoy con una capacidad industrial propia que puede fortalecer de manera inmediata la defensa antidrones. Indumil, fabrica la escopeta calibre 12 "Santander", un producto hecho en Colombia que no solo responde a estándares operativos para el servicio de la Fuerza Pública, sino que además permite una distribución ágil y oportuna a unidades del Ejército Nacional, la Armada, la Fuerza Aeroespacial y la Policía Nacional en todo el territorio. Su incorporación como herramienta complementaria dentro de los esquemas de seguridad permitiría que, desde hoy mismo, personal debidamente entrenado cuente con un medio efectivo y disponible para enfrentar amenazas aéreas de baja altura, contribuyendo a la protección de instalaciones estratégicas, de los hombres y mujeres en uniforme y, en última instancia, de la población civil frente al riesgo creciente del uso terrorista de drones.
De igual forma, es imperativo hacer un llamado directo a toda la Fuerza Pública para que adopte, desde ahora, medidas preventivas y de anticipación frente a la amenaza creciente que representan los Grupos Armados Organizados, los cuales podrían trasladar su accionar violento a los entornos urbanos mediante el uso de drones con fines terroristas. La posibilidad de ataques contra ciudades, infraestructura crítica y estratégica como estaciones de policía, instalaciones militares, sistemas de transporte y servicios públicos, así como contra la población civil, configura un escenario de terrorismo urbano sin precedentes en el país. En un contexto en el que el año 2026 será un año político, el riesgo se incrementa de manera significativa, haciendo indispensable fortalecer los esquemas de seguridad urbana, la protección de objetivos sensibles y la preparación operativa del personal, con el fin de prevenir y neutralizar oportunamente amenazas que podrían afectar gravemente la estabilidad institucional y la seguridad de los colombianos.
"EN UNA GUERRA DONDE LOS RECURSOS SON LIMITADOS, LAS ESCOPETAS CALIBRE 12 ESTAN SUPERANDO A SISTEMAS MUCHO MÁS COSTOSOS, COMO LOS ANTIDRONES"
**Esta columna, expone reflexiones personales del autor sobre temas de seguridad, defensa y convivencia; por lo tanto, las ideas aquí expuestas no representan posiciones institucionales ni comprometen a entidad alguna**
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