La posibilidad de una catástrofe nuclear se cierne sobre la región. La infraestructura atómica iraní, golpeada duramente por los ataques, plantea un nuevo y alarmante escenario: la liberación no controlada de material nuclear al ambiente. Lo que empezó como una ofensiva estratégica podría devenir en un desastre de escala global si alguna instalación crítica colapsa. Por primera vez, la amenaza nuclear ya no es solo bélica, sino ecológica y humanitaria.
A nivel interno, el régimen iraní enfrenta un dilema existencial. Su caída puede producirse de dos formas: desde arriba o desde abajo. Desde arriba, significaría una rebelión militar, un escenario poco probable en un país donde las fuerzas armadas han sido cuidadosamente subordinadas al poder religioso. Desde abajo, implica que la población, exhausta de la represión y las crisis económicas, se levante en masa contra las autoridades religiosas. Solo si las calles se llenan de ciudadanos exigiendo un cambio real, la legitimidad que aún ostenta el régimen podría colapsar.
Pero acabar con el ayatolá no es suficiente. La figura del líder supremo, por poderosa que sea, forma parte de un entramado teocrático que tiene mecanismos de sucesión bien establecidos. Eliminar o neutralizar al ayatolá actual no garantiza el fin del sistema. El régimen, como tal, podría continuar con otro rostro, pero con la misma lógica de control. Pero el gobierno de Israel manifiesta que la única vía efectiva para desmantelar el régimen es minar su legitimidad frente a sus propios ciudadanos y eliminar al Ayatolá.
Y es ahí donde Israel ha logrado avances significativos. Ha doblegado a los "proxys" iraníes en Líbano, Siria, Irak y Yemen, evidenciando que el régimen de Teherán ya no puede proteger ni sus intereses ni su retórica revolucionaria. Esa pérdida de capacidad para proyectar fuerza socava, poco a poco, la percepción de invulnerabilidad del poder iraní. Si Israel continúa avanzando en este terreno —militar y simbólicamente— el régimen puede llegar a un punto de no retorno. Y en ese punto, no será necesario un misil para acabar con el ayatolá: bastará con que su pueblo ya no lo crea invencible.
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