viernes, 29 de agosto de 2025

La Cárcel Como Herramienta de Seguridad


Por: CARLOS ANDRÉS COTES M.

El Salvador se ha convertido en un ejemplo contundente de cómo organizar la seguridad ciudadana. Su presidente, al inicio de su mandato, intentó un diálogo de paz con la Mara Salvatrucha, pero las pandillas respondieron con amenazas y actos de guerra. Esa traición lo transformó en un líder decidido, capaz de enfrentar y derrotar al terrorismo en pocos años, marcando un cambio histórico en la región.

     Uno de los ejes de este éxito ha sido la reorganización total del sistema carcelario. Administrar cárceles es el dolor de cabeza más grande de muchos gobiernos: hacinamiento, desorden, ausencia de programas de resocialización y corrupción que alimenta motines y fugas. Desde hace años sostengo que el manejo penitenciario debería ser privado, con municipios contratando empresas especializadas para administrar las prisiones. Así se reducirían los problemas que hoy golpean a gran parte de América Latina.

     El modelo salvadoreño ha demostrado eficiencia en la construcción de modernas instalaciones y en el manejo  disciplinado de los internos. Allí, los centros de formación y resocialización no son un adorno burocrático, sino un pilar del sistema. El país ha logrado que sus cárceles sean espacios controlados, seguros y enfocados en transformar conductas, sin tolerar que desde adentro se dirijan redes criminales.

  Incluso, este modelo podría convertirse en un servicio de exportación. El Salvador ya ha prestado apoyo a otros países; Estados Unidos, por ejemplo, envió cientos de detenidos bajo un contrato que incluía su manutención en prisiones salvadoreñas durante un tiempo determinado. Esto abre la puerta a un mercado de asesoría y gestión penitenciaria que podría beneficiar a naciones con sistemas colapsados.

     Para que una cárcel sea verdaderamente un centro de formación y producción, necesita infraestructura adecuada, seguridad sólida, espacios para estudio y trabajo para el personal en detención, y una administración impecable. Los países que dominen este modelo, deberían ofrecer sus conocimientos y capacidades al resto del continente. Así se evitaría que las prisiones sigan siendo nidos de delincuencia activa, desde donde se extorsiona, se planifican homicidios y se mantienen redes criminales internacionales.

lunes, 25 de agosto de 2025

La instrumentalización de la población civil en manos de estructuras criminales

Por: CARLOS ANDRÉS COTES M.

Las estructuras criminales han convertido a la población civil en un instrumento de su lucha. Lo hacen para reposicionar las tropas del Ejército que se encuentran en determinadas zonas, mantener el control de territorios, imponer su autoridad y avanzar en negocios ilegales. Según el Derecho Internacional Humanitario, estos grupos tienen mando responsable y capacidad de realizar operaciones militares. Pero además de usar armas, usan a la gente, aprovechando su miedo y sus necesidades.


     Una de las principales técnicas es la coerción social. Estas estructuras obligan a las comunidades a participar en protestas, cerrar caminos o expulsar a las autoridades. Lo vimos en territorios del sur del país, donde pequeños grupos, presionados con amenazas, enfrentaron al Ejército y la Policía. Muchas de estas acciones no son espontáneas: son planeadas para mostrar al Estado como débil y deslegitimarlo ante la población.


     Otra técnica es el homicidio de líderes sociales y defensores de derechos humanos. Cuando un líder es asesinado, la comunidad queda atemorizada y sin voz, obligada a obedecer. Estos crímenes son un mensaje directo: "o nos apoyan, o mueren". Así, estas organizaciones aseguran obediencia y eliminan cualquier resistencia.


     También usan métodos no violentos, como la propaganda y la manipulación de la información. Difunden rumores, audios y mensajes falsos para confundir a la gente y presentarse como "defensores" de las comunidades. En algunos casos, ofrecen ayuda básica: alimentos, transporte o medicamentos. No es solidaridad; es una forma de ganar respaldo y crear dependencia.


     Estos grupos aplican lo que expertos llaman “guerra irrestricta”: usan cualquier medio, violento o no, sin respetar reglas ni derechos. Para ellos, los civiles son piezas de un tablero, no personas con derechos. Reclutan menores, usan escudos humanos y someten a poblaciones enteras. Así logran mantener sus negocios ilegales y su dominio en regiones donde el Estado es débil.


     La instrumentalización de la población civil por las estructuras criminales, es considerado un fenómeno delictivo más peligroso que la violencia directa. Mientras los disparos matan cuerpos, estas técnicas destruyen la confianza en el Estado, rompen el tejido social y generan miedo colectivo. Cada vez que una comunidad obedece por temor o conveniencia, las estructuras ganan más control. Para enfrentar esto, no basta con operaciones militares. Se necesita presencia estatal constante, protección a líderes sociales, inversión social y una estrategia de comunicación que devuelva la confianza en las instituciones. 

sábado, 23 de agosto de 2025

Recordando la Operación Causa Justa, la caída del hombre fuerte de Panamá

Por: CARLOS ANDRÉS COTES M.

El 20 de diciembre de 1989, el cielo y las fronteras panameñas fueron atravesados por una fuerza conjunta de 27.000 soldados estadounidenses. El objetivo: derrocar y capturar al general Manuel Antonio Noriega, el dictador que había pasado de aliado estratégico de Washington a enemigo declarado, acusado de narcotráfico, fraude electoral y represión política. Fue la mayor operación militar de Estados Unidos desde Vietnam, y duró poco
más de cuarenta días.

     Comprender el origen de esta ofensiva exige analizar el valor estratégico del canal de Panamá, eje vital para el comercio global y la proyección militar. Desde mediados del siglo XX, Washington mantuvo una relación estrecha con Panamá para asegurar el control de esa arteria geopolítica. En los años sesenta, Noriega, joven oficial de inteligencia, colaboraba con la CIA, entregando información sobre Cuba y Nicaragua, y permitiendo el libre tránsito militar estadounidense. Tras la muerte del general Omar Torrijos en 1981, Noriega ascendió hasta convertirse en líder de facto en 1983.

     Pero bajo esa fachada de cooperación, tejía alianzas con Fidel Castro, armaba a los sandinistas y facilitaba operaciones a carteles de droga, incluyendo el de Pablo Escobar. Los informes de inteligencia revelaron su doble juego y, en 1989, tras anular unas elecciones que lo desfavorecían, se convirtió en un objetivo prioritario para la Casa Blanca. Estados Unidos impuso sanciones, incrementó ejercicios militares y, tras un incidente en el que murió un soldado norteamericano, el presidente George H. W. Bush autorizó la Operación Causa Justa.

     El asalto inició la noche del 19 de diciembre. Bombardeos, ataques aéreos y desembarcos simultáneos por tierra, mar y aire desbordaron la capacidad de las Fuerzas de Defensa Panameñas, compuestas por unos 16.000 hombres. Aeronaves, barcos y cuarteles fueron neutralizados en horas; las calles de Ciudad de Panamá se transformaron en un campo de combate urbano.

     La captura de Noriega, sin embargo, no fue inmediata. Refugiado en la nunciatura apostólica, fue sometido a una operación especial: Nifty Package. Las tropas rodearon el edificio durante días, aplicando guerra psicológica a base de altavoces con música rock y rap a alto volumen, motores rugiendo y helicópteros sobrevolando. La Santa Sede protestó por estas tácticas, mientras la presión aumentaba. El 3 de enero de 1990, Noriega salió voluntariamente y se entregó.

     Monseñor José Sebastián Laboa, representante vaticano, aseguró que lo convenció apelando a la razón, afirmando que “la psicología es más poderosa que el ruido”. Con su arresto y extradición a Estados Unidos, cayó una narcodictadura que había desafiado a su antiguo aliado. La Operación Causa Justa dejó claro que, para Washington, la seguridad del canal y la lucha contra el narcotráfico podían justificar una invasión a gran escala.

lunes, 18 de agosto de 2025

Mercenarios en la "guerra olvidada" de Sudán


Por: CARLOS ANDRÉS COTES M.

La crisis en Sudán, uno de los países más pobres del mundo, se ha convertido en escenario de una guerra fratricida que ya deja más de veinte mil muertes. Dos actores dominan el conflicto: las Fuerzas Armadas Sudanesas y las Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF), antiguos aliados que ahora son enemigos acérrimos. Este enfrentamiento no solo desangra a la nación africana, sino que también ha arrastrado a cientos de exmilitares  que, con engaños y falsas promesas, terminaron formando parte de un engranaje que bordea la ilegalidad y la trata de personas.

     El proceso comienza con convocatorias realizadas por intermediarios y expertos en reclutamiento, quienes seleccionan a los mejor entrenados entre exintegrantes de ejércitos. A estos hombres se les ofrece un salario atractivo que oscila entre 2.000 y 3.000 dólares mensuales. Bajo la fachada de empleos en empresas de seguridad internacional, se les convence de que trabajarán prestando servicios privados, pero al llegar al terreno descubren que han sido trasladados a zonas de conflicto, en donde se convierten en parte de batallones irregulares.

     La ruta utilizada para llevarlos al continente africano suele incluir un paso por Etiopía, evitando los Emiratos Árabes para despistar controles. Ya instalados en Sudán, los exmilitares pasan a reforzar las filas de las Fuerzas de Apoyo Rápido, grupo paramilitar acusado de crímenes de guerra y violaciones sistemáticas a los derechos humanos. Se estima que más de 300 exsoldados colombianos llevan un año atrapados en este escenario, sin posibilidad real de retorno y convertidos en instrumentos de una estrategia geopolítica y geoeconómica que busca fortalecer a uno de los bandos en pugna.

     Las empresas intermediarias, lejos de cumplir las promesas hechas, obtienen millonarias ganancias. Por cada hombre ofrecen servicios ilegales de seguridad por sumas que superan los 1.500 dólares mensuales, pero en muchos casos ni siquiera cumplen con los pagos a los mercenarios reclutados. Lo que inició como un contrato laboral se transforma entonces en una trampa: sin salarios, sin garantías y en medio de una guerra ajena, los exmilitares  terminan reducidos a carne de cañón en un conflicto que no les pertenece.

     Así, la llamada “guerra olvidada” de Sudán ha arrastrado a soldados colombianos al terreno más oscuro del mercenarismo moderno. El reclutamiento encubierto, disfrazado de oferta laboral, devino en un negocio que alimenta la violencia, multiplica víctimas y proyecta la sombra de la trata de personas en pleno siglo XXI. Mientras tanto, los responsables de estas redes permanecen ocultos, y los mercenarios, lejos de casa, cargan con el peso de haber sido engañados para participar en una de las tragedias más silenciadas del planeta.

viernes, 15 de agosto de 2025

Cartel de los Soles: De Crimen Organizado a Amenaza Terrorista Internacional

D.R.A

La designación de una persona u organización como terrorista por parte de Estados Unidos no es un mero gesto político: es una sentencia que combina política, inteligencia y justicia. En el caso de Maduro,  no se trata solo de una declaración diplomática. Es, además, una acusación judicial que lo convierte en fugitivo internacional. La decisión fue avalada tanto por el Departamento de Estado como por el de Justicia, dos poderes que operan de manera independiente: uno actúa en el plano político y militar, apoyado por informes de inteligencia del Pentágono y otras agencias; el otro, en el ámbito estrictamente legal, bajo la ley interna estadounidense.

     Por primera vez, Washington ha catalogado a un cartel de droga, el llamado Cartel de los Soles, como Organización Terrorista Extranjera (FTO), cuando antes este tipo de grupos eran etiquetados como Organizaciones Criminales Internacionales. El cambio no es semántico: es un salto de categoría con profundas implicaciones.

     Ingresar en la lista de Terroristas Globales Especialmente Designados (SDGT) significa estar en el mismo nivel que Al Qaeda o Hamás. Esto activa una jurisdicción militar y judicial extraterritorial: los señalados se convierten en objetivos legítimos en cualquier punto del planeta. La Constitución y la Resolución de Poderes de Guerra de 1973 facultan al presidente de Estados Unidos para ordenar ataques ofensivos o defensivos contra organizaciones terroristas sin la autorización previa del Congreso, al menos durante 60 días, con una prórroga de 30 más.

     Además, bajo la Autorización para el Uso de la Fuerza Militar (AUMF) de 2001, el presidente podría justificar acciones militares contra aquellos considerados vinculados a amenazas terroristas que comprometan la seguridad nacional. En este marco, la designación de Maduro y su círculo no solo es una advertencia diplomática: es la apertura formal de un escenario en el que Estados Unidos podría, legal y políticamente, actuar de forma directa, con consecuencias que van mucho más allá del discurso.

     Informantes señalan que, desde Venezuela, se envían anualmente más de 1.200 aeronaves con fines relacionados con el narcotráfico. Por lo que se puede apreciar en los medios informativos: Maduro, más maduro que nunca, valga la redundancia.

lunes, 11 de agosto de 2025

El crimen organizado transnacional: una amenaza directa a la soberanía de los Estados


Por: CARLOS ANDRÉS COTES M.


Muchas son las bandas organizadas que han convertido en corredores ilegales las rutas que comunican un país con otro, permeando de inseguridad trochas, caminos y vías donde la legalidad y la ilegalidad confluyen en una peligrosa zona gris. En estos largos trayectos que controla el crimen transnacional, la inseguridad se vuelve paisaje habitual, estableciendo delitos múltiples como la minería ilegal, la trata de personas, la extorsión, el secuestro y el tráfico de armas. Estas rutas, más que simples caminos, son arterias criminales que alimentan economías ilícitas y sostienen organizaciones que desafían a los Estados.


     La mayoría de los límites fronterizos son territorios selváticos o de difícil acceso, convertidos en refugios naturales de grupos armados y bandas criminales. En estas zonas, históricamente abandonadas por los gobiernos, la ley estatal nunca ha existido; en cambio, la autoridad la imponen quienes manejan los corredores de sustancias psicoactivas, que van de un país a otro como mercancía de alto valor. Las ventas de drogas, armas y seres humanos son la base económica de estas organizaciones, que además reinvierten sus ganancias en la compra de armamento.


     Cuando delincuentes extranjeros logran establecer en un país ajeno su propia autoridad criminal, imponiendo reglas, cobrando extorsiones y controlando territorios, se evidencia una pérdida del control estatal. La soberanía de un Estado queda entonces gravemente amenazada. En ese punto, cobra relevancia la "Convención de Palermo", instrumento internacional diseñado para combatir la delincuencia organizada transnacional. Sin embargo, su aplicación real parece estar fallando: la cooperación entre naciones es limitada y, en muchos casos, los acuerdos de apoyo mutuo son solo documentos sin resultados efectivos.


     La solución no radica únicamente en discursos diplomáticos. Es urgente la presencia activa en las zonas fronterizas, con operaciones conjuntas entre países, inteligencia compartida y control efectivo de la migración irregular para evitar que delincuentes extranjeros actúen impunemente en territorio ajeno.


     Hoy, en Colombia, surge una pregunta inquietante: ¿en sus cinco fronteras –con Venezuela, Brasil, Perú, Ecuador y Panamá– existen corredores donde las bandas transnacionales se mueven como “Pedro por su casa”, debilitando nuestra soberanía? La respuesta parece obvia, pero reconocerlo es apenas el primer paso para recuperar el control estatal y defender la integridad nacional.

miércoles, 6 de agosto de 2025

Redes criminales transnacionales y el uso estratégico de mercenarios


Por: CARLOS ANDRÉS COTES M.

Una alarmante dinámica criminal transnacional según medios de información nacional e internacional está en marcha: los carteles internacionales están presuntamente reclutando exmilitares con formación en operaciones especiales, explosivos y combate de alta intensidad. También se denuncia la presunta vinculación de ex integrantes de grupos armados,  todos con experiencia en escenarios de guerra no convencional. Este fenómeno ha sido reportado tanto por medios informativos nacionales como internacionales, lo que revela la magnitud y complejidad del problema.

      Los perfiles buscados no son improvisados: se trataría de exsoldados profesionales, lanceros, explosivistas y antiguos integrantes de estructuras armadas ilegales, ahora convertidos en activos para mafias internacionales. Su preparación, forjada en décadas de conflicto interno, los convierte en piezas codiciadas para organizaciones que buscan expandir su capacidad operativa, inteligencia táctica y fuerza letal.

      El pago que ofrecen los carteles y grupos extremistas, es altamente remunerado, superando con creces lo que estos hombres podrían percibir en el mercado legal. Esto genera una motivación potente: dinero rápido, reconocimiento entre estructuras armadas y la posibilidad de seguir haciendo lo que mejor saben, pero bajo el manto del crimen organizado transnacional.

      Sin embargo, esta situación genera un debate jurídico y ético. ¿Es trata de personas o simple mercenarismo? La distinción es clave para entender el fenómeno y saber cómo actuar ante él. Las autoridades y analistas coinciden en que, si los exmilitares  viajan voluntariamente a otros paises, conscientes de que prestarán servicios armados ilegales, no se trataría de trata de personas. En ese caso, el fenómeno se puede clasificar como:

·       Reclutamiento criminal transnacional

·       Participación en organizaciones delictivas

·       Mercenarismo (en algunos casos)

     Por otro lado, si estas personas son llevados bajo engaños, amenazas o coerción, o si las condiciones a otros países, implican explotación —sin salario, bajo amenaza constante, sin libertad de movimiento— entonces sí estaríamos frente a una forma de trata de personas con fines de trabajo forzado o esclavitud moderna.

      Este fenómeno, aunque silencioso, tiene implicaciones geopolíticas, de seguridad y de Derechos Humanos. La exportación de mano de obra militar entrenada hacia mafias transnacionales podría aumentar la letalidad de los carteles y grupos terroristas en debilitar los esfuerzos de paz. La respuesta debe ser clara: investigación rigurosa, cooperación internacional y medidas preventivas para proteger a quienes, por necesidad o manipulación, se convierten en soldados del crimen.

sábado, 2 de agosto de 2025

La Mano Muerta y el Fantasma de una Guerra Nuclear

Por: CARLOS ANDRÉS COTES M.

En un mundo donde los equilibrios geopolíticos penden de un hilo, las recientes declaraciones del vicepresidente del Consejo de Seguridad de Rusia han sacudido la estabilidad internacional. Su amenaza directa a Estados Unidos, advirtiendo sobre un posible ataque nuclear si continúan los ultimátums de Donald Trump hacia Moscú, ha revivido uno de los mecanismos más temidos de la Guerra Fría: la legendaria “mano muerta”.

     Este sistema, también conocido como Perímetro, es un protocolo de defensa automática desarrollado por la Unión Soviética y perfeccionado por la Federación Rusa. Funciona como una respuesta póstuma: si la cúpula del Kremlin y el mando militar son aniquilados, la “mano muerta” detectaría un ataque nuclear y activaría automáticamente una represalia devastadora. Sin necesidad de una orden humana, lanzaría misiles balísticos intercontinentales que podrían destruir a cualquier nación enemiga en menos de una hora. Un mecanismo diseñado para asegurar que, incluso en la muerte, Rusia tenga la última palabra.

      La tensión aumentó exponencialmente luego de que Trump, tras una serie de declaraciones conciliadoras en las que propuso mediar para detener la guerra entre Rusia y Ucrania, fuera respondido no con diplomacia, sino con una advertencia nuclear. Aunque el mandatario estadounidense ha mostrado reiterados intentos de lograr un cese al fuego, incluso señalando que Ucrania ha dado señales claras de voluntad de diálogo, el gobierno de Putin ha respondido con nuevas ofensivas y bombardeos.

      Ante las amenazas, Trump no dudó: ordenó el despliegue de dos submarinos nucleares en zonas estratégicas, enviando un mensaje directo a Moscú de que Estados Unidos no se dejará intimidar. Al mismo tiempo, estableció un plazo de diez días para lograr un acuerdo de paz, advirtiendo que de no alcanzarse, se impondrán nuevas sanciones contra Rusia.

      La escalada retórica y militar entre ambas potencias revive el espectro de un conflicto que podría tener consecuencias catastróficas para la humanidad. Las advertencias del Kremlin, lejos de desescalar, parecen llevar las tensiones a un punto de no retorno. Si bien el objetivo de Trump es detener la guerra, el camino que se vislumbra está lleno de sombras.

      En este tablero mundial, no se puede olvidar el papel de Asia. Israel, gran aliado de Estados Unidos, representa una pieza clave en la estrategia global. Su apoyo político, tecnológico y militar refuerza el equilibrio de poder en una región donde las tensiones con Irán, China y Corea del Norte también permanecen en ebullición.

      Mientras tanto, el reloj geopolítico avanza con paso incierto, y la humanidad observa con inquietud si los líderes del mundo sabrán apagar el fuego o si, por el contrario, activarán el mecanismo que nadie quiere ver en acción: la Mano Muerta.

viernes, 1 de agosto de 2025

Panfletos intimidatorios; entre la amenaza real y el terror simulado


Por: CARLOS ANDRÉS COTES M.

Los panfletos intimidatorios se han convertido en una de las herramientas más comunes y perturbadoras que emplean los Grupos Armados Organizados (GAO),
y Grupos Delincuenciales Organizados (GDO) para sembrar el miedo, dominar territorios y desestabilizar tanto las zonas urbanas como rurales. Comerciantes, ganaderos, líderes sociales, funcionarios y ciudadanos del común suelen ser blanco de estos documentos amenazantes que, más allá de lo escrito, buscan paralizar a sus víctimas a través del temor psicológico.

      Una de las principales inquietudes de las personas que reciben o leen un panfleto amenazante es saber si el documento es veraz o si se trata de una falsa alarma con fines extorsivos. Para ello, es clave analizar varios elementos: primero, el lugar específico donde fue dejado el panfleto, ya sea físico o virtual. Luego, identificar a las personas y lugares mencionados, y entender por qué están relacionadas en el contenido: si son funcionarios públicos, si tienen antecedentes conocidos o si se han negado previamente a pagar extorsiones.

      Un aspecto esencial es establecer qué grupo firma el panfleto y si efectivamente tiene presencia comprobada en la zona donde apareció el documento. Muchas veces, personas inescrupulosas utilizan los logos o nombres de estructuras delincuenciales sin pertenecer realmente a ellas, generando zozobra para extorsionar a nombre ajeno. En este contexto, cobra especial importancia el trabajo de inteligencia de la Fuerza Pública, que se encarga de rastrear el origen del panfleto, verificar la veracidad de la amenaza e identificar si los grupos mencionados tienen dominio real en la región.

      La comunidad también desempeña un papel importante. Las entrevistas con personas que aparecen amenazadas, los patrones de intimidación y las denuncias previas permiten trazar rutas que pueden desenmascarar si se trata de una acción auténtica de un grupo armado o una farsa de la delincuencia común que busca lucrarse del miedo ajeno. El oportunismo criminal muchas veces se camufla en el anonimato y la falta de denuncia de estas situaciones.

    Un fenómeno preocupante que se deriva del efecto psicológico de estos panfletos es el desplazamiento intraurbano. En muchas ciudades, personas afectadas por amenazas deciden abandonar su barrio o comuna para proteger su vida. Estos movimientos silenciosos no siempre son visibles para las estadísticas oficiales, pero reflejan cómo la lucha territorial por el microtráfico y la extorsión también se traduce en una forma encubierta de desplazamiento forzado, donde los grupos criminales imponen su dominio a través del miedo.

     Si una persona encuentra su nombre en un panfleto intimidatorio, lo primero que debe hacer es acudir inmediatamente a las autoridades competentes. Es fundamental no caer en el pánico, pero sí tomar medidas serias. Informarse con la Fuerza Pública sobre la autenticidad del documento, iniciar un protocolo de protección personal y adoptar medidas preventivas que garanticen su seguridad y la de su entorno cercano.

      Los panfletos son una forma moderna de terror impreso. Saber distinguir entre la amenaza real y la simulada puede marcar la diferencia entre caer en el juego del miedo o enfrentarlo con información, inteligencia y acción institucional. La denuncia oportuna y la articulación entre comunidad y autoridades son claves para desactivar estas armas silenciosas que, sin disparar una sola bala, pretenden someter poblaciones enteras.

  

El Consejo de Seguridad Nacional, Decisiones Estratégicas para Colombia

Por: CARLOS ANDRÉS COTES M. El Consejo de Seguridad Nacional es la máxima instancia consultiva y decisoria en materia de defensa, orden int...