Por: CARLOS ANDRÉS COTES M.
La teoría de las ventanas rotas ha revolucionado la forma en que se comprende la relación entre el orden urbano y la criminalidad. Hoy, más que nunca, los alcaldes de diversas ciudades del mundo han entendido que embellecer, iluminar y mantener en óptimas condiciones los espacios públicos no es solo un asunto estético, sino una estrategia clave en la prevención del delito. Iluminar las calles, darle vida a los parques y mantener el entorno libre de basura y abandono envía un mensaje poderoso: el territorio no está olvidado, hay control y vigilancia, y la ciudadanía puede sentirse segura..
Esta teoría, propuesta en los años ochenta por los criminólogos James Q. Wilson y George Kelling, partió de un simple experimento social: un automóvil con una ventana rota abandonado en un barrio generaba rápidamente actos vandálicos y saqueos, mientras que un vehículo igual pero en perfecto estado no sufría daño alguno. La conclusión fue clara: los signos visibles de abandono o desorden atraen más desorden y delincuencia. Cuando una ventana rota no se repara, pronto todas terminan destruidas; cuando un lote baldío se deja crecer enmontado, termina convertido en guarida de delincuentes.
En nuestras ciudades, esta lógica es evidente. Los lotes abandonados, las calles oscuras y los espacios deteriorados se convierten en verdaderos laboratorios de criminalidad. En estos territorios sin intervención del Estado, prosperan homicidios, hurtos, consumo de drogas y violaciones. Son lugares donde el miedo domina y la comunidad evita transitar, lo que facilita que la delincuencia se adueñe del espacio.
Por eso, ciudades que han implementado políticas inspiradas en esta teoría muestran resultados alentadores: la limpieza constante, el mantenimiento de parques, la rápida reparación de luminarias y el uso de cámaras de videovigilancia (CCTV) han reducido notablemente los índices de criminalidad. El embellecimiento no es un lujo, es una herramienta estratégica de seguridad ciudadana.
El mensaje es sencillo: donde hay orden, hay control; donde hay abandono, hay delincuencia. Invertir en el cuidado de cada rincón de la ciudad no solo mejora la percepción de seguridad, sino que disuade a los criminales. La teoría de las ventanas rotas nos enseña que, muchas veces, prevenir comienza con algo tan simple como reparar una ventana.
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